Taller de joyería textil con jóvenes privados de libertad

La identidad en la ruta de la joyería textil prehispánica de Chile :: 

Conocer las culturas ancestrales del norte de Chile, la cultura de los pueblos de Arica, su cosmovisión a través de sus joyas y piezas textiles.
CIP CRS Centro de Jóvenes Privados de libertad. Limache, Valparaíso.

Cuando fui invitada a trabajar en un contexto de estas características me pareció un gran desafío, tal vez por eso y por mi marcado acento, por el arte en la intervención social no lo dude ni un minuto. El primer día fue un recibimiento de relatos de miedo y quejas provenientes por parte del equipo de profesionales, psicólogos, terapeutas ocupacionales, profesores, entre otros; ellos ya desgastados por el exceso de informes, intervenciones individuales con cada joven, además de lo que es saber que también estás tras las rejas trabajando, me hacían ver en primera persona lo fatal del sistema en todas sus dimensiones.

Este taller fue un ejercicio y un tremendo aprendizaje para mí y espero que también para los jóvenes con los que tuve que trabajar, el factor de observación en las primeras sesiones fue fundamental, también el sacarme de la mente a ratos ese exceso de prejuicios que hay con respecto a estos grupos humanos, no diré que es fácil, sin duda es violento y no deja indiferente saber el motivo de sus condenas.

Siendo un taller en donde se utilizaban elementos que socialmente se asocian a las prácticas femeninas, parecía interesante hacer una propuesta que no solo abordase este aspecto de género tan necesario de trabajar, sino que también se involucraba el aprendizaje identitario de nuestras culturas del norte de Chile, la cosmovisión, los ritos, la momificación como envoltura para el paso a otro plano no matérico, la importancia de los accesorios e indumentaria para las ceremonias sagradas, etc.

El taller duró todo un año y fue una experiencia maravillosa que no solo permitió un vínculo humano tan profundo y significativo, ese que hacía a los chicos correr para integrarse al gran mesón para trabajar con la profe, como me decían ellos. En este tercer cuerpo que emergía entre todos en cada encuentro, muchas veces existieron momentos de intenso silencio y concentración, que a ratos desaparecía al hacerse presente el relato sincero y espontáneo de uno de los participantes, preguntando temas asociados al ejercicio, pero también muchas veces temas que apelaban a sus miedos, tristeza, sueños, anhelos, frustraciones y desencanto de lo que afuera les esperaba; más de alguna vez me pidieron que les diera trabajo para siempre haciendo esto, algo que me emocionaba en cada retorno a casa, revisar lo que fue la clase, cómo adaptarla cada día mejor, cómo trabajar el factor improvisación para los días más difíciles.

A través de nudos, puntadas, embarrilado andino y otras técnicas, pasaron los días y empezaron a salir a la luz creaciones llenas de color, creatividad y dedicación; sorprendido un psicólogo un día me preguntó ¿Cómo hacía para lograr mantenerlos tan tranquilos?, a lo que yo solo respondí: "trabajo minucioso que desarrolla la motricidad fina, por lo tanto se requiere de mucha concentración", habían muchos otros aspectos que yo involucraba en ese ejercicio de educación artística, en aquel entonces estaba estudiando Neuroestética en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Valparaíso, recién me encontraba con las Neuroartes y todo lo que yo venía haciendo en el ámbito del arte- social se tornaba en una dirección aún más clara, todo mi hacer y sentir sobre la potencialidad que desarrolla el arte en las personas, cobraba aún mayor sentido, ese que te impulsa a seguir trabajando en lo que amas y que te permite tener convicción de que sabes muy bien por que haces lo que haces.

  












 

 

 

 

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